top of page

Rio Vaupés

Alejandro Campuzano-Zuluaga

Durante el verano de 1861, un fotógrafo de treinta y cinco años de edad, llamado Carleton Watkins, cargando casi una tonelada en equipo de cámara en sus mulas, emprendió el largo, y en gran parte intransitable, camino del valle de Yosemite en California, Estados Unidos. Tres años más tarde, a más de 2.000 kilómetros de distancia, en Washington DC, treinta de las imágenes que había capturado de los barrancos vertiginosos del valle, sus cascadas y sus monumentales árboles inspiraron a Abraham Lincoln -aún absorbido por la guerra civil que desgarraba su país- a firmar la legislación necesaria para garantizar que este desierto fuera protegido “para el uso público, la reunión y la recreación”.

De este modo, por primera vez en la historia del mundo un gobierno había creado lo que era, en los hechos, un parque nacional, aunque aún no llevara ese nombre. Con las compañías mineras y madereras ya acechando el valle, que había sido “descubierto” apenas una década antes, la legislación que protegía Yosemite fue un gesto fundador para poner en marcha el movimiento conservacionista en los Estados Unidos y oponer resistencia al “destino manifiesto” por el cual los colonos se sentían llamados por Dios a aprovechar y a explotar plenamente todos los recursos naturales que encontraran en su expansión hacia oeste.  

Hoy, Yosemite es uno de los destinos turísticos más visitados en los EE.UU. y podemos contar por millones las fotografías allí tomadas que circulan por las redes sociales y de comunicación. Sin embargo las imágenes de Watkins son únicas, pues lograron capturar el valle en un estado de pureza natural absoluta antes de la irrupción de la invasiva presencia humana. (Recordemos que los Ahwahnechee, una tribu nativa americana, había vivido en el valle durante siglos antes de que fueran expulsados por los colonos a principios de los años 1850).

Cuando en 1862 las fotografías de Watknis llegaron a la costa este y fueron exhibidas en la galería Goupil en Broadway, Nueva York, su ciudad natal, la población civil tuvo la oportunidad de ver por primera vez en su vida un territorio que conocía hasta el momento sólo por relatos. La belleza poética de la serie fotográfica de Yosemite superaba en calidad y tamaño a cualquier fotografía sobre paisajes que hubiera sido tomada en Estados Unidos de ese tiempo.

Ojos que ven corazón que siente, esas fotografías tuvieron el poder de provocar en las personas la creencia de que lo allí se mostraba debía ser protegido, debía ser conservado: ese fue el comienzo de un movimiento que luchaba por la protección y la preservación de los espacios naturales. Sería difícil pensar en el origen del movimiento ambientalista sin mencionar a Watkins. Las leyes de protección de Yosemite firmadas por Lincoln, los escritos sobre la naturaleza de John Muir, la fundación de grupos de conservación, como el Sierra Club, tienen su origen en la fuerza impactante de las imágenes de Watknis.

Del mismo modo, sería imposible pensar en la creación en 1869 del Parque Nacional de Yellowstone sin las fotografías de William Henry Jackson que mostraron al mundo por primera vez su belleza imponente; o en la creación del Parque Nacional Kings Canyon en 1936 sin las fotografías de Ansel Adams y su incansable labor ambientalista que convencieron al entonces presidente de los Estados Unidos, Roosevelt, de la necesidad de proteger la parte sur de la Sierra Nevada incluso cuando el parlamento se había negado a hacerlo.

Como dijo Eliot Porter, fotógrafo estadounidense autor del emblemático libro In wildness is the preservation of the world, from Henry David Thoreau,: “la fotografía es una herramienta poderosa, un dispositivo de propaganda, un arma para la protección del medio ambiente”.

Las amenazas contra los espacios naturales y la perduración de la diversidad biológica y la explotación indiscriminada de los recursos naturales crecen día a día. En Colombia, las áreas que necesitan que haya ojos que las miren y corazones que las sientan como propias para ser amadas y protegidas son demasiadas. Por eso levantamos nuestras cámaras y apuntamos hacia ahí nuestra mirada.

bottom of page